Don Segundo Sombra: 22

Don Segundo Sombra: XXII de Ricardo Güiraldes Sintiéndome merecedor de los mismos apodos que el herrero viejo, ensillé a la madrugada uno de mis tres caballos. Poca cosa para un resero. ¿Cómo me iba a ganar la vida? Nadie querría conchabarme en tal estado de inutilidad. Un gaucho de a pie es buena cosa para ser tirada al zanjón de las basuras. La mañana no decía ni palabra. El vacaje que debía haber en esos campos, vista su riqueza en pastos, no había comenzado a vivir todavía y a gatas unos pajaritos cantaban bajito, como una canilla que gotea. Un cielo gris, arrugado como las arenas de la playa que conocí en los malos pagos de mis aventuras, anunciaba tormenta. La tormenta que sentíamos en la blandura de los correones, las riendas y la lonja del rebenque, más floja que moco de pavo. Pero ¡qué descanso más lindo el de esa noche, y qué gusto moverse en el aire grande que nos caía de todos lados en el cuerpo, como cariño! Allí íbamos, siempre por el...

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