Divertidas aventuras: 38

Divertidas aventuras del nieto de Juan Moreira Tercera parte - Capítulo VII de Roberto Payró Dos horas después en el tren que me conducía a mi provincia, pensaba en aquella nueva Teresa que era como el símbolo de toda la perfectibilidad de nuestra raza, y me repetía: -¡Si uno pudiese saber a tiempo! Pero ¡bah!, nunca se puede desandar lo andado ni desvivir lo vivido. ¿No obraban los demás, conmigo, con igual desparpajo? María, por ejemplo... ¡Vaya! ¡En la guerra, como en la guerra! No hay otro remedio que el de amoldarse a las circunstancias, y entre varios males elegir el menor... cuando se puede elegir. ¡Extrañas antinomias! ¿Quién explicará jamás que en mi fatalismo, no hiciera yo aquel viaje sino para representar ante María Blanco una escena análoga, si no igual a la que Teresa Rivas acababa de representar ante mí? ¿No iba, únicamente, a echarle en cara su falta de palabra, y a afirmar mi superioridad de varón declarándole que yo había faltado...

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