Divertidas aventuras: 16

Divertidas aventuras del nieto de Juan Moreira Primera parte - Capítulo XVI de Roberto Payró En la ciudad alcancé un éxito que no me esperaba. Muchos de los antiguos condiscípulos que me perseguían en el Colegio, y que todavía no habían logrado hacerse una posición, ni terminar una carrera, fueron a visitarme en el Hotel de la Paz, y me colmaron de felicitaciones, lisonjas y bajezas, tras de las cuales solía transparentarse la envidia, una envidia rayana en odio. Éste fue el prefacio de una larga serie de otras visitas y de invitaciones a fiestas, comidas, tertulias, bailes, en que siempre era yo el niño mimado por excelencia. Todo el mundo veía despuntar en mí un astro nuevo, un hombre predestinado por la fortuna para ocupar las más elevadas posiciones, porque nadie quería creer en mi mérito excepcional ni en los servicios que pudiera haber prestado al país, considerándome sólo como una criatura nacida de pie. Y una tarde, ¿a quién se dirá que me veo...

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