Del frío al fuego: 22

Capítulo XXI 22 Pág. 22 de 27 Del frío al fuego Felipe Trigo Gran oficina de memorialistas, el Reus. Dondequiera hay gentes escribiendo, por el comedor, por el fumadero, impidiendo las partidas de tresillo y de ajedrez; por la cubierta, en sillas, con tinteros de muelle, no bastando los de a bordo. Al arribo de los puertos se impone la breve comunicación con los ausentes queridos, cuyo recuerdo nos renueva y embuenece a todos en la misma onda de ternura. Tengo en el bolsillo mis cartas, y veo desde la borda, a través de una ventana de la saleta, cómo escribe Enrique. Su enérgica faz de rubio domador, creyérase que va a inundarse de lágrimas. Yo medito cuán lejos de él estarán aquellas sus teorías de «práctico sensualismo», entregado ahora el corazón a su madre, a sus hermanas...; y sin embargo, también ellas son mujeres que parecían incluidas en su generalidad. Con sólo que adivinase que pienso esto determinadamente, me daría una bofetada, y se la...

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