De tal palo, tal astilla:8

De tal palo, tal astillaCapítulo VIII: La espina de Águeda de José María de Pereda Mientras esto pasaba arriba, abajo, cerca de la portalada, se apeaba un personaje, no desconocido para el lector, y entregaba el caballo a Macabeo, que le había visto llegar y tenido el estribo. Y decía Macabeo: -Ya extrañaba yo que, hallándose usted en la tierruca, no se diera una vuelta por acá a rendir su homenaje correspondiente a la pobre señorita... Porque, hablando en punto de verdad, ¡qué caráspitis!, si en vida de la señora, que en paz descanse, hubo entre ustedes sus dares y tomares, nunca mejor ocasión que ésta para echar pelillos a la mar; y nada tiene que ver el que las gentes no congenien, con venir a limpiar las lágrimas de los que lloran por los muertos: la caridad de Dios lo manda y el mesmo corazón lo pide. ¿No es verdad, don Fernando? Y respondía Fernando, no muy entonado ni seguro de voz, algo receloso de mirada y bastante desconcertado de ademanes, como...

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