De tal palo, tal astilla:6

De tal palo, tal astillaCapítulo VI: Don Sotero de José María de Pereda De las pocas casas que en Valdecines tenían balcón, una era la de don Sotero; pero entre las de esta categoría, era la más vieja y sucia y destartalada. A un lado se le arrimaba una huertecilla mal cercada y al opuesto una casuca baja, a la cual se adhería otra por el estilo y más baja aún; tanto, que las primeras ramas de un breval que la amparaba por el costado descubierto, cuando se zarandeaban sobre las tejas al menor soplo del viento, no las tocaban. Las tres casas tenían una misma corralada, abierta. En las dos pequeñas todo era ruido, luz y movimiento, como que en ellas hacían vida común los hombres y las bestias; hasta el punto de que por el mismo sarzo pasaban, para salir por entre las tejas, a falta de mejor chimenea, el humo de la cocina y el tufillo del establo, el mugido de las vacas y las voces de la familia. Las puertas sólo se entornaban, y eso, a las horas de dormir. Abiertas...

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