De tal palo, tal astilla:29

De tal palo, tal astillaCapítulo XXIX: De rechazo de José María de Pereda Desde que don Sotero vio la obra de Bastián destruida por la inesperada venida de don Plácido a Valdecines, juzgó en descenso su fortuna. Alentábale, sin embargo, la esperanza que ponía en el carácter estrafalario, bonachón y docilote del solterón de Treshigares; pero cuando habló con él y le vio tan firme y resuelto, comprendió que principiaba el fin de sus iniquidades y, lo que era más grave para él, que había quedado preso en la red tendida al caudal de los Rubárcenas. Ni sus atrevimientos hasta allí tenían fácil disculpa, ni el sesgo que tomaban las cosas se prestaba a imponerlos como ley por la fuerza de otros mayores. Meditó seriamente sobre el caso, y le vio muy negro por todas partes. Su mayor aspiración no podía exceder ya de que se le perdonara lo pasado. En cuanto a su intervención en casa de los Rubárcenas, no ya como tutor y curador de las huérfanas, pero ni siquiera...

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