De tal palo, tal astilla:28

De tal palo, tal astillaCapítulo XXVIII: Lo que descubrió el día de José María de Pereda Y aconteció que al amanecer el siguiente, un hombre de Valdecines que tenía negocios en Perojales, entró cantando en la hoz. Cantando seguía sin cerrar la boca, y mirando tan pronto al río como a las peñas de lo alto, cuando cátate que, hallándose junto al asomo más descarado del sendero que llevaba, fáltanle de repente la voz y movimiento, y quédase con los ojos tan abiertos como la boca, y hasta se le muda el color y se le encrespa la greña debajo del sombrero. -¡Mil demonios -se dijo cuando el espanto le dejó libre el uso del entendimiento-, si aquello no es tan persona humana como yo mesmo! Y en esto retiraba el cuerpo hacia la montaña y avanzaba la cabeza sobre el abismo. -Dígote que no marra, ¡carafles!... ¡Que lo es!... ¡Vaya si lo es! Aquello es pata, como la pata mía... y la otra también; y el cuerpo, cuerpo de veras... con su brazo por acá... y su brazo...

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