De tal palo, tal astilla:19

De tal palo, tal astillaCapítulo XIX: Lo que llegó a decirse de José María de Pereda Poco después que Fernando, salió de la misma casa el ama del cura, viejecita muy limpia, muy fiel y muy cariñosa, pero fisgona incorregible y charlatana impenitente. Deslizóse a lo largo de las tapias, y muy arrimadita a ellas, encorvado el espinazo y muy diligentes los pies, en un credo llegó a la guarida de don Sotero; alzó la aldabilla de la puerta y entró. Ya sabía el negro personaje que Fernando había estado en casa de Águeda, y lo que más en alarma le ponía, que había salido por la puerta del jardín; hecho inusitado y por todo extremo ocasionado a gravísimas conjeturas. Pero no sabía más, porque con saber eso sólo se conformó el soplón que se lo dijo. Traíale el caso con grandes escozores en el espíritu; pero aún le producía mayor desasosiego otro particular de este mismo asunto. Dos días llevaba el hombre cavila que te cavila, midiendo horas, pensando...

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