De tal palo, tal astilla:16

De tal palo, tal astillaCapítulo XVI: Raya en el agua de José María de Pereda No daba el doctor Peñarrubia dos adarmes de peso a los motivos de la angustia de Fernando; pero no desconocía que el grano de pólvora que, inflamado al aire libre, no mueve una paja, oprimido entre obstáculos levanta una roca. Aun suponiendo en Águeda todos los atractivos imaginables, su amor, con obstáculos y todo, no podía causar estragos en un pecho avezado a esa clase de impresiones y abierto al aire libre de las vulgares corrientes peripecias de la vida galante. Pero en Fernando, el mismo caso ofrecía muy graves peligros. Era, por naturaleza, lo que comúnmente se llama juicioso; es decir, reflexivo, incapaz de encariñarse, y mucho menos de entusiasmarse, con aficiones pasajeras ni con frivolidades pueriles. Podía equivocarse en la elección de una senda; pero se equivocaba en buena ley, es decir, poniendo en sus meditaciones, antes de decidirse, cuanto cabía en su discurso. Así, era...

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