De tal palo, tal astilla:14
De tal palo, tal astillaCapítulo XIV: El fondo del abismo
de José María de Pereda
Ya he dicho que Fernando fiaba mucho en la fuerza de sus convicciones filosóficas para desvanecer los reparos de Águeda. Que le dejaran hablar, discutirlos, y el triunfo era infalible. Porque, en su concepto, las ideas religiosas de aquélla no tenían base ni arraigo; eran, más bien, reflejo de las ideas de su madre, que quizá tampoco las tuvo propias acerca de ese punto. Faltaba ya la madre y, por consiguiente, no existía el doble influjo de su autoridad y de su talento; y Águeda le tenía extraordinario, y además le amaba como nunca; porque el mismo obstáculo que entorpece los proyectos, hace que se acrecienten los deseos... De todas maneras, no podía resignarse a perderla, y no la perdería.
«¡Si parece -pensaba- que el mundo está lleno de ella! ¡La siento, la veo en el aire que respiro, en el agua que corre, en la hoja que se mueve, en la nube que cruza el espacio, en el viento...
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