De la tregua

De la tregua de Evaristo Carriego Un instante no más. Vengo a cantarte la canción del laurel. ¡Alza la frente que es la única digna del presente que, en mi salutación, voy a dejarte! Tendrá el orgullo de tu sentimiento, hoy, otra vez, el soñador cansado que se acerca a buscar aquí, a tu lado el generoso olvido de un momento. Y en la tregua fugaz, mientras se asoma tu sol a mi pesar indefinido, consentirá el león, agradecido, que peine su melena una paloma. Una ausencia gentil de mi fiereza, cortés claudicación admirativa, te dejará anunciarme, imperativa, la altivez inmortal de tu belleza. Pero, aunque pueda ser así, no quiero la sujeción de tus amables lazos, ni en la suave cadena de unos brazos de las ternuras ser un prisionero. Ni aguardes que hasta ti caricias lleve, pues no debo quitarme la armadura ni aún en homenaje a tu hermosura, siendo el reposo de mi afán tan breve. Y no puedo ceder, ni frente al rico róseo...

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