De Cartago a Sagunto : 13

De Cartago a Sagunto : 13 de Benito Pérez Galdós Casi automáticamente me llevaron mis pasos, no sé qué día, a la casa de Leona. El estado de constante alucinación, que balanceaba mi alma en impresiones de susto y regocijo, sustraíame la noción del tiempo y me daba sensaciones equivocadas de personas y lugares. La vivienda de La Brava se me antojó palacio suntuoso... La señora no estaba, según me dijo una linda criadita al abrirme la puerta. Pasé a la sala y al punto se me apareció don Florestán, en la misma facha y pergenio con que le conocí en el patinillo de Santa Lucía. Las melenas ahuecadas, según la moda del 40 al 50, ornaban otra vez su noble cabeza siciliana. Había vuelto el rosicler a sus pómulos, y a su perilla el negro humo de la sartén. Con voz opaca y un tanto medrosa me dijo: «Estoy trazando un documento importantísimo, con escritura netamente...

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