Cuarto Libro de La Galatea: 28
-Pocos días ha, señor Darinto, que yo y algunos de los que aquí estamos oímos nombrar el nombre de Nísida, como aquella dama agora ha hecho; pero de más lágrimas acompañado y con más sobresaltos referido.
-Por ventura -respondió Darinto-, ¿hay alguna pastora en estas vuestras riberas que se llame Nísida?
-No -respondió Elicio-; pero esta que yo digo en ellas nasció y en las apartadas del famoso Sebeto fue criada.
-¿Qué es lo que dices, pastor? -replicó el otro caballero.
-Lo que oyes -respondió Elicio-, y lo que más oirás si me aseguras una sospecha que tengo.
-Dímela -dijo el caballero-, que podría ser se te satisficiese.
A esto replicó Elicio:
-¿A dicha, señor, tu proprio nombre es Timbrio?
-No te puedo negar esa verdad -respondió el otro-, porque Timbrio me llamo, el cual nombre quisiera encubrir hasta otra sazón más oportuna; mas la voluntad que tengo de saber por qué sospechaste que así me llamaba me fuerza a que no te encubra nada de lo que de mí...
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