Caramurú: 11

Capítulo X 11 Pág. 11 de 20 Caramurú Alejandro Magariños Cervantes Vértigo El rey del día brillaba en medio del zenit, lanzando a plomo sus ardientes rayos; no se movían las hojas de los árboles, ni murmuraba el césped, ni gorjeaban los pajarillos, ni el zéfiro más leve rizaba las tranquilas aguas de los dormidos arroyuelos. Los rebaños tendidos sobre la yerba parecían aguardar a que pasasen aquellas horas de abrumante calor; solo interrumpía el majestuoso silencio de vez en cuando el áspero zumbido del mangangá, el rechinante y monótono canto de las chicharras, el vuelo de una perdiz, el mugido de un toro acosado por las picaduras de los tábanos, el silbido de una serpiente, el grito de las viscachas, o el relincho de alguna yegua salvaje que cruzaba a escape por las empinadas lomas, perseguida por ocho o diez potros, tendida al viento la crin, encendidos los ojos, las narices humeantes, bañada en sudor, cubierta la boca de blanquísima espuma,...

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