Capítulo VIII: El legado

Un día en que Rosalía enseñaba a su hija, suave niña, como lo había sido su madre, lo que ella sabía, esto es, rezar y coser, entró el menor de sus dos hijos. -Madre -le dijo alargándole un papel-, mirad, una plana hecha por Andrés cuando era chico. Rosalía lo tomó, y leyó con ojos asombrados: «No cuentes con el día de mañana, que no lo tienes seguro.» Al fin de la hoja se veía roja y sangrienta la fecha del 19 de Marzo de 1840, lo hizo Andrés Peñalta, y debajo, de letra de su madre, de la víctima del misterioso e impune crimen, éste su solo testamento: «Esto le deja en memoria, Mariana Pérez.» -¿Dónde hallaste este papel? -preguntó Rosalía con una voz tan extraña y demudada, que sus hijos la miraron sobrecogidos. -En el cuarto de padre, entre unos papeles viejos -contestó el niño. Rosalía se levantó lívida, corrió a su cuarto, echó el cerrojo, y cerró las ventanas para no ver la luz del día. El velo que por diez años cubría al asesino de su...

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