Cánovas : 11

Cánovas Capítulo XI de Benito Pérez Galdós Ya supondrán los píos lectores que habiendo paz en España ardió Madrid en fiestas, conforme al ceremonial de alegría pública que amenizaba nuestra Historia desde que volvió del destierro Fernando el Deseado en 1814. Vestían los balcones abigarradas percalinas, las más de ellas de respetable ancianidad, pues ya figuraron en el regocijo de 1860, cuando entraron las tropas vencedoras en África, y en el regocijo del 68, entrada de Serrano vencedor en Alcolea. De noche fulguraban las hileras de gas en los edificios públicos, y en el caserío lucían de trecho en trecho los farolitos de aceite con parpadeo mustio y lacrimoso. La iluminación pública era la misma que esmaltó las noches en diferentes ocasiones de júbilo, como el nacimiento del Príncipe y las Infantas, o la traída de aguas del Lozoya. Salimos una noche a ver los festejos los tres inseparables; mas no tuvimos paciencia ni valor para correr el largo trayecto...

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