Cañas y Barro: 73
none Pág. 73 de 158 Cañas y Barro Vicente Blasco Ibáñez A la mañana siguiente, el barquero y la tabernera emprendieron el viaje. Tonet iría a esperarles en el puerto de Catarroja a la caída de la tarde, para cargar en su barca la provisión de hilo. Aún estaba muy alto el sol cuando el Cubano entró a toda vela por el canal que penetraba en tierra firme con dirección a dicho pueblo. Los grandes laúdes venían de las eras cargados de arroz, y al pasar por el canal, el agua que desplazaban con sus panzas formaba tras la popa un oleaje amarillo, que invadía los ribazos y alteraba la tranquilidad cristalina de las acequias afluentes. A un lado del canal estaban amarradas centenares de barcas: toda la flota de los pescadores de Catarroja, odiados por el tío Paloma. Eran ataúdes negros, de diversos tamaños y madera carcomida. Los barquitos pequeños, llamados zapatos, sacaban fuera del agua sus agudas puntas, y las grandes barcazas, los laúdes, capaces de cargar...
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