Cañas y Barro: 41
none Pág. 41 de 158 Cañas y Barro Vicente Blasco Ibáñez Los más íntimos de Cañamel sabían que no eran infundadas estas murmuraciones. La taberna le importaba poco. Su principal negocio era por la noche, después de cerrarla; por algo había sido carabinero y recorrido las playas. Todos los meses caían fardos en la costa, rodando en la arena a impulsos de un enjambre de bultos negros que los levantaban en alto, llevándolos a través de la Dehesa hasta las orillas del lago. Allí, las barcas grandes, los laúdes de la Albufera, que podían cargar hasta cien sacos de arroz, se abarrotaban con los fardos de tabaco, emprendiendo lentamente la marcha en la oscuridad hacia tierra firme... Y al día siguiente, ni visto ni oído. Escogía la tropa para estas expediciones entre los más audaces que concurrían a su taberna. Tonet, a pesar de sus pocos años, fue agraciado dos o tres veces con la confianza de Cañamel por ser muchacho valiente y reservado. En este...
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