Cañas y Barro: 124
none Pág. 124 de 158 Cañas y Barro Vicente Blasco Ibáñez Pero su lacónica negativa fue interpretada como un desprecio por el viejo, que se mostró furioso. ¡Como ahora era rico, se permitía despreciar a su pobre abuelo, dejándolo en una situación ridícula! Él lo toleraba todo; había sufrido su pereza cuando explotaban el redolí, cerraba los ojos ante su conducta con la tabernera, que no honraba mucho a la familia; pero ¿dejarle en un apuro que él consideraba como de honor? ¡Cristo! ¿Qué dirían de él sus amigos de la ciudad cuando viesen que en la Albufera, donde le creían el amo, no encontraba un hombre para servirles? Y su tristeza era tan grande, tan visible, que Tonet se arrepintió. Negar su auxilio en las grandes tiradas era para el tío Paloma un insulto a su prestigio y al mismo tiempo algo así como una traición a aquel país de cañas y barro donde habían nacido. El Cubano aceptó con resignación el ruego de su abuelo. Pensó, además,...
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