Cañas y Barro: 116
none Pág. 116 de 158 Cañas y Barro Vicente Blasco Ibáñez Por esto acogió con indignación las tímidas proposiciones que le hizo por la noche Tonet en el silencio del piso alto de la taberna. Al Cubano le pesaba esta vida de huidas y ocultaciones. Deseaba ser dueño legal de la taberna; deslumbrar a todo el pueblo con su nueva posición, hombrearse con las gentes que le habían despreciado. Además y esto lo ocultaba cuidadosamente-, siendo marido de Neleta le pesaría menos el carácter dominador de ésta, su despotismo de mujer rica que puede poner al amante en la puerta y abusa de la situación. Ya que le quería, ¿por qué no se casaban? Pero en la oscuridad de la alcoba, al decir esto Tonet, sonaban los jergones de maíz del lecho con los movimientos impacientes de Neleta. Su voz tenía la ronquera de la rabia... ¿Él también...? No, hijo; sabía lo que necesitaba hacer, y no pedía consejos. Bien estaban así. ¿Le faltaba algo?, ¿no disponía de todo como...
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