Cádiz : 35
Cádiz : 35
de Benito Pérez Galdós
Arrojando la espada, mi primer impulso fue correr hacia el herido y auxiliarle; pero Figueroa lleno de turbación, me dijo:
-Esto es hecho... Araceli, huye... no pierdas tiempo. El gobernador... la embajada... Wellesley.
Comprendiendo lo arriesgado de mi situación, corrí hacia la muralla. Turbado y hondamente impresionado y conmovido andabahacia la puerta, cuando me detuvo una persona que avanzaba resueltamente hacia el lugar de la catástrofe.
-¡El gobernador Villavicencio! -dije en el primer momento antes de distinguir con claridad el bulto de aquel extraño espectador del duelo.
Mas reconociendo a la persona al acercarme a ella, exclamé con asombro:
-Señora doña María... ¡Usted aquí a esta hora!
-Ha caído -dijo mirando con viva atención hacia donde estaba lord Gray-. Acertó la marquesa al asegurar que no era D. Pedro hombre a propósito para llevar...
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