Cádiz : 32

Cádiz : 32 de Benito Pérez Galdós Reinó sepulcral silencio, y miramos todos a la puerta del fondo por donde apareció doña María. Con decoroso silencio, que no con lágrimas, mostraba esta señora su honda pena. El color blanco de su cara habíase convertido en una palidez pergaminosa; su frente estaba surcada de repentinas arrugas, y los secos ojos tan pronto irradiaban el fulgor de la ira como se abatían amortiguados. Pero otro incidente llamó la atención más que el grave silencio y la amarillez y las arrugas, y fue que sus cabellos, entrecanos algunos días antes, estaban enteramente blancos. -¡Está ahí! -repitió un sordo murmullo. -¿Te negarás a recibirla? -dijo con emoción la marquesa, adivinando los pensamientos de doña María. -No... que venga aquí -repuso la madre con energía-. Veré a la que ha sido mi hija... ¿La encontró usted?...

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