Bodas reales: XXXI

Capítulo  XXXI Pág. XXXI de {{{Reseña}}} Bodas reales Benito Pérez Galdós Repetida esta desagradable función en la tarde y noche del siguiente día, malísimos ratos pasaron todos, y singularmente Lea, que a más de llevar sobre sí la carga del gobierno doméstico, tenía que atender al cuidado material de su madre. Pruebas daba en aquella ocasión de cristiana paciencia, y bien se vio que era una mujer preparada para las cuestas ásperas y los pasos angostos de la vida. No desmayaba en su labor dura: aprendió el sacrificio, los acerbos trabajos sin recompensa inmediata, que es la escuela de abnegación, y supo contentarse con el aplauso de su propia conciencia, de donde salía también el estímulo para mantenerse firme y animosa. Vicente, que un rato por la tarde y otro de noche le servía de Cirineo, se recreaba silencioso en las virtudes de su futura esposa, y satisfecho de poseerla se sentía. También el buen Carrasco, tocado en el corazón por la...

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