Bodas reales: XX

Capítulo  XX Pág. XX de {{{Reseña}}} Bodas reales Benito Pérez Galdós »Volvieron a un trato cariñoso, aunque no muy íntimo, las dos hermanas -prosiguió Doña Cristeta-; pero la enormísima caterva de Muñoces que se nos fue metiendo en la servidumbre, trajo nuevos disgustos. Cuentan que quedó despoblado Tarancón. Los padres, viendo tan bien casado al chico, no habían de ser tan zotes que desperdiciaran la buena ocasión de colocar a todita la familia. Yo me pongo en su caso. A una hermana, la Alejandra, la tuvimos de Camarista; a D. José Muñoz, de Contador del Real Patrimonio, y con ellos vino una reata de parientes, amigos y allegados que no se acaba nunca. Mil desazones ocurrieron, y todo era enojos, piques, desabrimientos; que cuanto más grande es una casa, más fácilmente extienden por ella los malignos la máquina de chismes y enredos. A mi señora la perdió su propio genio desmandado, y de tal modo se descompuso, que ella y su marido el...

Este sitio web utiliza cookies, propias y de terceros con la finalidad de obtener información estadística en base a los datos de navegación. Si continúa navegando, se entiende que acepta su uso y en caso de no aceptar su instalación deberá visitar el apartado de información, donde le explicamos la forma de eliminarlas o rechazarlas.
Aceptar | Más información