Bodas reales: X

Capítulo  X Pág. X de {{{Reseña}}} Bodas reales Benito Pérez Galdós Con estas turbulencias y estos dramas parlamentarios, agudísimo acceso de la dolencia de la Nación, vivía en gran zozobra la buena de Doña Leandra, viéndose obligada a repetir: ni se muere padre ni cenamos. Si no se determinaba la mudanza, tampoco se veía claro lo del destino, porque caído y arrastrado por los suelos Olózaga, lo más seguro era que su sucesor revocara todos los nombramientos hechos por aquel. La familia, pues, estaba con el alma en un hilo: ni se realizaba el bien supremo de volverse todos a la Mancha, ni el problema de la vida en Madrid se les presentaba claro. Provechosa sería tal vida, aunque triste, si la posición de Carrasco fuese tal como de sus méritos podía esperarse, si a las chicas les salieran excelentes partidos, si los pequeños adelantaran en sus estudios y se hicieran ilustradillos, en disposición de seguir brillantes carreras. Pero la realidad no...

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