Bendición de la tierra - Libro Segundo. Capítulo 1

Sellanraa ya no es un sitio despoblado; siete per­sonas viven allí entre mayores y pequeños. Pero acu­den, además, visitas durante el corto período de la recolección del heno, ansiosas de ver la máquina se­gadora; el primero fue Brede, naturalmente; subieron también Axel Ström y los vecinos de más abajo, hasta los cercanos al pueblo. Del otro lado de la sierra vino la infatigable Oline. Tampoco esta vez llegaba sin noticias. Se trata del chasco con la herencia del viejo Si­vert, que resultaba nula. ¡Ni un céntimo! Oline contraía los labios y sus miradas iban de uno al otro. ¡Cómo! ¿No se oía un suspiro siquiera en la habitación? ¿No se venía abajo el techo? Eleseus fue el primero en sonreír. —¿Cómo ha sido? ¿No llevas tú el mismo nombre de pila que el tío Sivert? –preguntó a su hermano con la voz velada. —Sí –responde Sivert en tono parecido–, pero re­nuncié a favor tuyo. —¿Cuánto era? —Entre cinco y diez mil táleros. —¡Táleros!...

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