Bendición de la tierra - Capítulo 8

¿Pasan rápidos los años? Sí; para el que envejece. Isak no era viejo, ni estaba debilitado, y los años se le hacían largos. Trabajaba en su hacienda, y se dejaba crecer de cualquier modo su barba rojiza, herrumbrosa. De vez en cuando, sea que un lapón pasara por allí, sea que sucediera algo particular a alguna de las reses, se rompía la uniformidad de aquellas soledades. Una vez llegó un grupo de caminantes, pernoctaron en Sellanraa, comieron, bebieron leche, y preguntaron a Isak y a Oline cuál era el mejor camino para llegar a la sierra; dijeron que venían para precisar el recorrido y tomar las medidas de una línea telegráfica en proyecto. Una vez llegó Geissler, nada menos que Geissler. Subía de la aldea, jovial y despreocupado, en compañía de dos hombres provistos de útiles de minería, picos y azadas. ¡Qué Geissler! Era el de siempre; no había cambiado nada. Dio los buenos días, charló con los niños, entró y salió de la casa, dio una ojeada a los...

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