Bendición de la tierra - Capítulo 3

Mientras el terreno estaba blando, todavía Isak lo limpió de piedras y rizomas, y lo preparó para el año próximo; y cuando llegaron las heladas, fue al bosque y se proveyó de tacos de leña en gran cantidad. —¿Qué vas a hacer con tanta leña? –le preguntaba, a lo mejor, Inger. —No lo sé exactamente –respondía Isak, aunque lo sabía muy bien. La vieja selva virgen, demasiado próxima a la casa, impedía la extensión de los pastos; además, él se arreglaría para bajar, en invierno, como fuera, aquella leña a la aldea y venderla a los que la necesitaban para combustible. Isak, convencido de lo excelente de su idea, guiado por ella, talaba con afán los árboles y los cortaba a la medida conveniente. Inger salía a menudo y le observaba; él fingía indiferencia, como si juzgara baldía su asiduidad; pero ella no ignoraba que le hacía bien sólo con estar allí. A veces, cambiaban palabras dignas de ser notadas. —¿No sabes otra ocupación que la de correr por...

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