Bendición de la tierra - Capítulo 18

Tío Sivert estaba muriéndose. Eleseus le había asis­tido durante unas semanas, hasta su última hora. Luego se encargó del entierro y salió muy airoso del paso. Requirió en varias casas unos tallos de fucsia, pidió prestada una bandera, la colocó a media asta y compró gasa negra con la que enlutó las cortinas echadas. Se mandó aviso a Isak y su mujer, que vinieron al entierro. Eleseus hacía, realmente, de amo de casa, cuidaba esmeradamente de hacer los honores a los invitados. En el cementerio, una vez cantado un coral, Eleseus pronunció unas palabras oportunas, al oír las cuales, su madre, emocionada y orgullosa a la vez, tuvo que servirse del pañuelo. Todo salió a maravilla. A la vuelta, al lado de su padre, Eleseus no pudo ocultarle el abrigo de entretiempo que llevaba, pero sí el bastón, que escondió dentro de una manga. Todo salió bien hasta que estuvieron en el bote para atrave­sar el lago; allí, el padre le dio un golpe involuntario en el...

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