Bebida Turbia
a Henri Michaux
Escucho tus ondas, inefable noche, tu soplo, oh reina del
sueño, en mi urbe.
La oda comienza: que muja en mi la imprenta.
¡Funde este orden, ácido rojo del estío!
Y que yo palpe las verdes ancas de la pradera.
La imagen del Espíritu Santo se inflama detrás de las
vidrieras;
Sus bordadas alas de amor penden de las extremidades del
dintel,
Y las umbelíferas sombras de miel me abrazan y me
penetran.
Sus sombras ardientes y jadeantes en torno de las flores:
Pentecostés de mis padres.
¡Rocas, como esos frutos
Madurad, rocas bajo la luna,
En las salivas del año!
Ah los paisajes de mi grandeza.
Y más blancas que todas las nieves,
Que el iris del moribundo,
En los hontanares del limpio cielo, mis sienes palpitan.
Sudor de las lacas, plenitud de los poros.
Estoy prendido a los muros del antro como las lágrimas de
las madréporas.
Semejante al gallo en su demencia planetaria.
Estoy poseído por la sibilina diestra de yeso.
¡Oh palabra en el olvido,
Astro del...
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