Bárbaro

En la Grecia antigua, a los extrajeros se les designaba con esta palabra, mientras que los romanos se referían con ella a los que carecían de una cultura grecorromana. Posteriormente se llamó así al conjunto de pueblos germánicos que, en diversas oleadas, descendieron sobre las fronteras del imperio romano desde finales de la época republicana. Las grandes invasiones que determinaron el posterior desarrollo de la historia europea no tuvieron lugar hasta el s. IV d. de C. Hacia el 375 los hunos, pueblo de origen mongol, cruzaron el Danuvio al frente de tribus bárbaras del N. del Cáucaso e irrumpieron en Oriente. La batalla de Adrianápolis (378), en que los visigodos derrotaron al emperador Valente, marcó el inicio de la destrucción del imperio romano. Teodosio los incorporó a su imperio en calidad de federados y les cedió Tracia, pero a su muerte arrasaron Grecia y entraron en Roma (410). Entre tanto, vándalos, suevos y alanos atravesaban el Rhin al mando de Godigiselo, penetraban en la Galia y, tras devastarla, pasaban en 409 a Hispania. A su vez, los francos se establecieron en el N. de la Galia y los burgundios en Saboya. En 410, al mando de Ataúlfo, los visigodos se dirigieron al S. de la Galia, entraron en la Península Ibérica en 415 y constituyeron a ambos lados del Pirineo un reino, con capital en Tolosa, reconocido en un tratado con Roma (418). En 429 los vándalos pasaron a África, e Inglaterra fue ocupada por anglos y sajones. Los hunos, dirigidos por Atila, atacaron el imperio de Oriente (447) y posteriormente el de Occidente, donde fueron vencidos por visigodos y romanos en los Campos Mauriacos (451). En 476, en plena anarquía, el emperador Rómulo Augústulo fue derrocado por el jefe de los mercenarios bárbaros, Odoacro. El imperio de Occidente había terminado, fragmentándose en multitud de estados germánicos.