Apéndice 2. Las familias eclesiásticas en el Rena cimiento italiano

Las tumbas mediceas

Tanto León X como Clemente VII habían pensado que fueran sus padres, es decir Lorenzo el Magnífico y Julián de Médicis respectivamente, los primeros en ocupar sendos sepulcros en la sacristía de San Lorenzo. Sin embargo, el cardenal Hipólito de Médicis, que se hizo cargo del asunto, era de distinto parecer. Prefirió que se empezase por otros miembros de la familia, con los mismos nombres de pila, Lorenzo y Julián, pero pertenecientes a la siguiente generación. El sepulcro de Lorenzo II, duque de Urbino, incluye la famosa estatua conocida como Il Pensieroso; mientras que en el de Julián II, a quien Maquiavelo pensó dedicarle El Príncipe, talló Miguel Angel la arrogante figura de Il Capitano. Reclinadas sobre los sarcófagos se encuentran cuatro estatuas que representan el Día, la Noche, la Aurora y el Ocaso.

En el altar mayor de la misma iglesia, al pie de la escalera, tres rejas marcan el lugar donde está enterrado Cosme de Médicis el Viejo. En el centro de la sacristía vieja, de Brunellecchi, están los sepulcros de Juan de Médicis y de Piccarda Boeri, es decir el padre y la madre de Cosme, realizados por Buggiano. En una pieza contigua, un magnífico sarcófago en pórfido y bronce, obra de Verrocchio, guarda los restos de Juan y Pedro de Médicis, hijos de Cosme el Viejo.

Es obvio que ninguno de estos enterramientos puede ser comparado con la grandiosidad y la belleza de las tumbas esculpidas por Miguel Angel en memoria de dos jóvenes infinitamente menos dignos que sus antepasados de semejante honor.


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