Apéndice 2. Expresionismo, surrealismo, cubismo

El expresionismo

En Alemania, la crítica y la destrucción de la estética naturalista comienzan a producirse antes de la primera Guerra Mundial. En efecto, es allí donde las obras literarias de época anterior y la crítica radical de la cultura llevada a cabo por Nietzsche habían creado entre la vanguardia intelectual un mayor rechazo hacia el orden burocrático y militarista, dominado por la aristocracia y por una burguesía ambiciosa que protagonizaba una gran expansión económica, que desembocaría en la guerra de 1914-1918. Esta crítica va a constituir el expresionismo. Este movimiento, que se prolonga hasta los primeros años treinta, pretende afirmar la subjetividad del artista contra la tradición académica. La realidad se ve a través de la subjetividad, y la obra de arte es su expresión (de ahí el nombre de expresionismo). No se pretende una creación que sea un retrato de la realidad, sino una realidad en sí misma, una construcción a partir de la situación del artista. El rechazo de un «realismo fotográfico» es, por tanto, total. Al contrario, se busca más bien la esencia espiritual «más real» que el propio objeto. Esto se puede ver claramente en los cuadros de Modigliani, considerado expresionista (por ejemplo, el retrato de Jeanne Hebuterne).

El expresionismo aparece primero en pintura, con las revistas El Puente y El jinete azul, en los años de 1905 a 1911. Sus figuras más importantes son Kandinsky y Paul Klee. La pintura expresionista tiene una unidad menor que la poesía: esta última es casi exclusivamente alemana, mientras que la pintura se internacionaliza y llega a influir sobre una parte importante de la «Escuela de París». Dentro de ésta se consideran expresionistas a Chagall y Soutine, rusos, y a Modigliani, italiano. Los movimientos de vanguardia tienden a generalizar su campo de acción: en 1911 los compositores más renovadores, Schönberg, Berg Webern, que están creando la música dodecafónica, lanzan su manifiesto en El jinete azul. Se puede decir que estos compositores son expresionistas, en la medida que vienen a oponerse a la tradición musical, y al impresionismo de Debussy.

A partir de estas fechas, comienzan a darse una poesía y una narrativa expresionistas. Su rasgo más fundamental es la evocación de un sentimiento pesimista, de un verdadero sentido de la tragedia, que arranca de las obras de Ibsen y de Dostoievsky, y de las reflexiones sobre la «desesperación» de la filosofía de Kierkegaard. El nombre de la revista más importante del expresionismo literario, La tormenta, revela bien este aspecto de tensión y violencia que caracteriza al movimiento. Su rebelión contra el nacionalismo dominante en el país, que acabaría por llevar a la guerra, se muestra en una poesía de solidaridad que exalta el pacifismo (F. Werfel escribe un libro de poemas titulado El amigo del mundo). Los expresionistas van a dar una gran importancia al drama, al considerar al teatro como un arte que va más allá de la literatura, porque el texto se complementa con el montaje, los decorados, etc.

El estallido del conflicto va a marcar una ruptura dentro de la evolucin del expresionismo: en 1919 el poeta Trakl se suicida y otros murieron en el frente. Después de la derrota alemana en 1918-19 la situación es radicalmente distinta. La Alemania a la que ellos habían combatido se ha derrumbado, la Revolución rusa ha tenido lugar y movimientos revolucionarios se suceden en todos los países vencidos. En Alemania se produce la tentativa de los espartaquistas, y un gobierno revolucionario se instala temporalmente en Baviera. Siguen el ejemplo ruso, pero son derrotados al poco tiempo. Los expresionistas se entusiasman ante estas perspectivas: al tiempo que escriben poemas sobre la Revolución mundial, avanzan mucho más radicalmente que antes de la guerra en el terreno de la experimentación formal. Este es el momento de mayor auge del expresionismo, que se mantendrá durante los años de la República de Weimar (1919-33). Durante este tiempo, el expresionismo, un tanto agotado en el terreno literario, alcanza nuevos medios de comunicación: el cine alemán produce una serie de obras maestras como Metrópolis, de Fritz Lang, El gabinete del Doctor Caligari, de Wiene, y Nosferatu, de Murnau. En estos filmes, los temas, que van por el camino del horror y de lo fantástico, ilustran, tanto como la forma, la estética expresionista. En el teatro, los expresionistas utilizan la ópera como forma artística que permite combinar la música, el texto, el decorado, etc.

Hacia 1927-30, una nueva estética viene a superar al expresionismo: se trata de la Nueva Objetividad. Esta tendencia se opone al subjetivismo de los expresionistas e inicia un esfuerzo de sencillez, de claridad, depurándose de elementos formales que en el período anterior habían llegado a abarrocarse. El arte precursor de este movimiento es la arquitectura, que con la Bauhaus había adoptado estos principios ya en 1919. Uno de los autores más o menos vinculados a la Nueva Objetividad es Bertold Brecht, dramaturgo alemán, que, sin embargo, demuestra rasgos expresionistas muy claros. A pesar de proclamarse «objetivista», este retorno a la realidad no es una vuelta al naturalismo tradicional, sino que afirma la subjetividad del artista: se trata del «derecho a alterar las proporciones» que Brecht pretende para crear el efecto de «distanciamiento», necesario para poder juzgar con frialdad los hechos que suceden sobre el escenario. Con ello, Brecht reclama espectadores, críticos, que opongan la razón a los sentimientos; no busca emociones, sino provocar análisis interpretativos. También arranca del expresionismo la tendencia de Brecht a utilizar el drama musical: su primera gran obra, La ópera de cuatro centavos, tiene ya esas características.

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