Apéndice 1. Páginas Perdidas y Asesinato de los Testigos

EL joven Gustav Janouch nunca pudo olvidar una conversación que mantuvo con el doctor Kafka en 1920. Janouch había hecho encuadernar tres relatos de Kafka «en un tomo marrón oscuro, de piel, sobre cuya portada el encuadernador puso un zarzal en llamas debajo del cual aparecía el nombre de Franz Kafka en finas letras doradas». El joven estaba orgulloso de haber gastado su primer sueldo en tan primorosa encuadernación… «¿No le da pena?», le pregunto Kafka y hojeó superficialmente el volumen, antes de ponerlo sobre la mesa con cierta aprensión. Kafka sufrió un ataque de tos y luego dijo: «Usted me sobrevalora. Su confianza me ahoga». Después, se sentó ante la mesa de su escritorio y, apoyando la cabeza en las manos, añadió: «No soy un zarzal en llamas. No soy una llama». Janouch le interrumpió: «No debe usted decir eso. Es injusto. Para mí, por ejemplo, es usted fuego, calor, luz». «¡No, no!», replicó Kafka moviendo negativamente la cabeza, «se equivoca...

Este sitio web utiliza cookies, propias y de terceros con la finalidad de obtener información estadística en base a los datos de navegación. Si continúa navegando, se entiende que acepta su uso y en caso de no aceptar su instalación deberá visitar el apartado de información, donde le explicamos la forma de eliminarlas o rechazarlas.
Aceptar | Más información