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Ángel Guerra Tercera parte - Capítulo III – Caballería cristiana de Benito Pérez Galdós XIV «Arístides -le dijo Guerra alargándole la mano-. No te había conocido, aunque venía pensando en ti. Cuando este buen amigo me habló de un desechado del Infierno, sospeché que eras tú. Nada contestó a este saludo el barón de Lancaster, cuyo abatimiento y postración superaban a cuanto pudiera decirse. Guerra observó el local: una crujía abierta a la intemperie por el lado del Tajo, y que más parecía depósito de inmundicias que habitación de seres humanos, llena de objetos cuya forma no podía determinarse bien a la mortecina luz que la alumbraba, un farolillo semejante a los que arden colgados ante las imágenes en las calles toledanas. Mirando bien, se podían distinguir pilas de diversas formas, pellejos inflados, sacos de greda, y broza de tenerías, más perceptible al olfato que a la vista. «Sí -dijo Arístides con voz cavernosa, sentándose sobre una caja...

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