Ana Karenina VIII: Capítulo VII

Ana KareninaOctava parte: Capítulo VII de León Tolstoi Agafia Mijailovna salió de puntillas. El aya bajó la cortina, ahuyentó las moscas que se habían introducido bajo el velo de muselina de la camita, logró expulsar a un moscardón que se debatía contra los vidrios de la ventana, y se sentó, agitando una rama de álamo blanco medio marchita sobre la madre y el niño. –¡Qué calor hace! –comentó–. ¡Si al menos mandara Dios una lluvia! –Sí. ¡Chist! –repuso Kitty, meciéndose suavemente y oprimiendo con cariño la manecita regordeta –que parecía atada con un hilo a la muñeca–, que Mitia movía sin cesar, abriendo y cerrando los ojos. Aquella manita atraía a Kitty; habría querido besarla, pero se contenía por temor de despertar al pequeño. Al fin la mano dejó de moverse y los ojos del niño se cerraron. Sólo de vez en cuando Mitia, sin dejar de mamar, alzaba sus largas y curvas pestañas y miraba a su madre con ojos que a media luz parecían...

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