Ana Karenina VII: Capítulo XXII

Ana KareninaSéptima parte: Capítulo XXII de León Tolstoi Esteban Arkadievich se sentía disgustado y perplejo ante aquellas conversaciones, tan nuevas para él. Después de la monotonía de la vida moscovita, la de San Petersburgo ofrecía tal complejidad que le mantenía en un estado de continua excitación. Esta complejidad, en las esferas conocidas y próximas a él, la comprendía y hasta incluso la deseaba. En cambio, hallarla en este ambiente desconocido, tan ajeno a él, le aturdía, le desconcertaba. Escuchaba a la condesa Lidia Ivanovna y sintiendo sobre sí la mirada de los ojos –ingenuos o llenos de malicia, no lo sabía bien– del francés Landau, Esteban Arkadievich empezó a experimentar una particular pesadez de cabeza. Los pensamientos más diversos pasaban por su cerebro: «Mary Sanina se alegra de que se haya muerto su hijo». « ¡Qué bien me iría ahora poder fumar un cigarrillo! » « Para salvarse basta con la fe. Los monjes no...

Este sitio web utiliza cookies, propias y de terceros con la finalidad de obtener información estadística en base a los datos de navegación. Si continúa navegando, se entiende que acepta su uso y en caso de no aceptar su instalación deberá visitar el apartado de información, donde le explicamos la forma de eliminarlas o rechazarlas.
Aceptar | Más información