Ana Karenina V: Capítulo XXXI
Ana KareninaQuinta parte: Capítulo XXXI
de León Tolstoi
A pesar de su inmenso deseo de ver a su hijo, a pesar del mucho tiempo que hacía que meditaba y preparaba la entrevista, Ana no esperaba que hubiese de impresionarla tan profundamente.
De vuelta a su solitario cuarto del hotel, no pudo comprender durante largo rato por qué estaba allí.
«Todo aquello ha terminado y vuelvo a estar sola», se dijo al fin.
Y, sin quitarse el sombrero, se dejó caer en una butaca próxima a la chimenea.
Fijó la mirada en el reloj de bronce próximo a la ventana y comenzó a reflexionar. La doncella francesa que trajera del extranjero entró para saber si debía vestirle.
Ana la miró sorprendida y dijo:
–Luego.
El criado llevó el café.
–Luego –volvió a decir.
La nodriza italiana, que acababa de vestir a la niña, entró y se la presentó a Ana.
La pequeña, llenita y bien nutrida, al ver a su madre tendió como siempre sus bracitos hacia ella, con las palmas de las manos vueltas...
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