Ana Karenina III: Capítulo XXV

Ana KareninaTercera parte: Capítulo XXV de León Tolstoi Para ir al distrito de Surovsk no había ferrocarril ni camino de postas, así que Levin hizo el viaje en coche descubierto con sus propios caballos. A medio camino se detuvo para darles pienso en casa de un labrador rico. Un viejo calvo y fresco, de ancha barba roja, canosa en las mejillas, le abrió los portones, apretándose contra la pared para dejar pasar la troika . Después de haber indicado al cochero un lugar bajo el sobradillo en el amplio patio, nuevo, limpio y bien arreglado, en el cual se veían algunos arados inservibles, el viejo invitó a Levin a pasar a la casa. Una mujer joven, muy limpia, calzando zuecos en los pies desnudos, fregaba el suelo de la entrada. Al ver entrar corriendo al perro, que seguía a Levin, se asustó y dio un grito. Pero en seguida se rió de su susto, ya que sabía que nada tenía que temer. Y después de indicar a Levin, con su brazo con las mangas de su blusa recogidas, la puerta...

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