Ana Karenina III: Capítulo XIII

Ana KareninaTercera parte: Capítulo XIII de León Tolstoi Ni aun los más allegados a Alexey Alejandrovich sabían que aquel hombre de aspecto tan frío, aquel hombre tan razonable, tenía una debilidad: no podía ver llorar a un niño o a una mujer. El espectáculo de las lágrimas le hacía perder por completo el equilibrio y la facultad de razonar. El jefe de su oficina y el secretario lo sabían y, cuando el caso se presentaba, avisaban a los visitantes que se abstuvieran en absoluto de llorar ante él si no querían echar a perder su asunto. –Se enfadará y no querrá escucharles –decían. Y, en efecto, en tales casos, el desequilibrio moral producido en Karenin por las lágrimas se manifestaba en una imitación que le llevaba a echar sin miramientos a sus visitantes. –¡No puedo hacer nada! ¡Haga el favor de salir! –gritaba en tales ocasiones. Cuando, al regreso de las carreras, Ana le confesó sus relaciones con Vronsky a inmediatamente, cubriéndose el rostro...

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