Ana Karenina I: Capítulo XXXIV

Ana KareninaPrimera parte: Capítulo XXXIV de León Tolstoi Al irse de San Petersburgo, Vronsky había dejado a su amigo Petrizky su magnífico piso de la calle Morskaya. Petrizky, un joven de familia modesta, no poseía otra fortuna que sus deudas. Se emborrachaba todas las noches y sus aventuras, escandalosas o ridículas, le costaban frecuentes arrestos. Pese a todo ello, todos los jefes y los compañeros le querían. Al llegar a su casa hacia las once, Vronsky vio a la puerta un coche que no le era desconocido del todo. Llamó a la puerta y oyó en la escalera risas masculinas, un gracioso acento de mujer y la voz de Petrizky exclamando: –¡Si es uno de esos miserables, no le dejéis entrar! Vronsky entró sin anunciarse, procurando no hacer ruido, y se acercó al salón. La baronesa Chilton, amiga de Petrizky, una rubia de carita sonrosada y acento parisiense, vestida a la sazón con un traje de satén lila, preparaba el café sobre una mesita. Petrizky, de paisano, y el...

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