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Amalia: Mr. Slade Quinta parte, Capítulo 15 de José Mármol A pesar que el mal humor que dominaba a Eduardo lo había descompuesto a tal punto, que su despedida del caballero Mandeville había sido más bien una impertinencia que un saludo, su oído, sin embargo, no lo había engañado cuando anunció a su amigo la llegada del coche. En efecto, allí estaba, y dentro de él nuestro Don Cándido Rodríguez, que espiró una gran cantidad de aire de su oprimido pecho, al verse de nuevo en compañía de Daniel y Eduardo, cuando el coche partió, volviendo a tomar el mismo camino que había traído, según la instrucción que, al subir, había dado Daniel a su fiel criado. Y no bien el carruaje comenzó a balancearse en el maldito empedrado de la calle de la Reconquista, cuando Daniel preguntó a Don Cándido: -¿A cuál de los dos? -¿Cómo, Daniel? -¿A Santo Domingo, o a San Francisco? -Antes, es preciso que te imponga de todo, despacio, con pormenores, con... -Todo quiero...

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