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Amalia: El jefe de ronda Quinta parte, Capítulo 7 de José Mármol Dos días después de aquel en que Pílades había pasado por tanta agitación de espíritu y de cuerpo, en las calles, y en la casa de su amigo Oreste, es decir, el 5 de setiembre, Buenos Aires era toda confusión y anarquía en las ideas, en los temores, y en las esperanzas; todo silencio y reconcentración en los enemigos de la dictadura, mientras los federales se hallaban en una agitación nerviosa que los ponía en continuo movimiento: era que desde las once se sabía que el Ejército Libertador estaba a una legua de la Capilla de Merlo; y por consiguiente, que al otro día podía estar sobre Santos Lugares o en la ciudad misma. No se puede decir que la aproximación de los enemigos de Dios y de los hombres aumentó el personal de las fuerzas amontonadas en la fortaleza, en el cuartel de serenos, en el de Ravelo, etc. Pero sí puede decirse que los religiosos y humanitarios partidarios de Rosas se movían...

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