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Amalia: De cómo se leen cosas que no están escritas Tercera parte, Capítulo 12 de José Mármol En la mañana siguiente a la noche en que ocurrieron los sucesos que acaban de conocerse, es decir, en la mañana del 6 de agosto, la casa del dictador estaba invadida de una multitud de correos de la campaña que se sucedían sin interrupción. A ninguno de ellos se le detenía en la oficina. El general Corvalán tenía orden de hacer entrar a todos al despacho de Rosas. Y el edecán de Su Excelencia, con la faja a la barriga, las charreteras a la espalda, y el espadín entre las piernas, iba y venía por el gran patio de la casa, cayéndose de sueño y de cansancio. La fisonomía del dictador, sombría, estaba como la noche lóbrega de su alma. El leía los partes de sus autoridades de campaña, en que le anunciaban el desembarco del general Lavalle, los hacendados que pasaban a encontrarlo con sus caballadas, etc., y daba las órdenes que creía convenientes para la campaña,...

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