Aita Tettauen: 32
Aita Tettauen
de Benito Pérez Galdós
Cuarta parte - Capítulo II
Y él: «Bendiga Dios el instante en que te vieron mis ojos. Deslumbrado fui; obscuridad triste llenó toda la tierra cuando desapareciste... Lloré yo mi miseria y escondí mi rostro, creyendo que para mí había concluido el reino de la luz. Ahora te veo, y mi alma se llena de gratitud, pues con mirarme sólo has tenido toda la piedad que como criatura de Dios merezco... ¿Qué más puedo desear después de verte? Sólo verte otra vez es mi deseo, y si no te enojaras, te pediría que me dejases gozar de tu presencia y de tu voz, aunque ninguna esperanza dieras a mi admiración de ti. Eres como divinidad a quien se debe todo acatamiento, y un culto que no puede ser callado, pues la voz se dispara sola en tu alabanza».
Y dijo Yohar risueña: «Cállate ya, embustero gracioso... que por querer ser fino demasiado 5en el requerimiento, echas flores de trapo, sin olor. Exprime tu corazón con verdad y sin tanto...
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