Acriollado

Acriollado de Godofredo Daireaux Bajo los sauces, el asador estaba plantado, frente a la puerta de la cocina de los peones, y éstos -cinco o seis gauchos- en cuclillas, unos, otros parados, con el cuchillo en una mano y un pedazo de carne en la otra, acababan su frugal almuerzo, antes de ir a dormir la siesta. De repente, los perros, fieles cumplidores de su deber, heroicos, dejaron, sin vacilar, los huesos que estaban royendo y se abalanzaron, ladrando, hacia la tranquera. Un jinete se acercaba despacio, al tranco, después de haber arrollado su tropilla de overos, a corta distancia. -¿Quién será? -dijo uno de los peones. -Algún resero -contestó otro. -O algún campero que viene a pedir rodeo. -No debe de ser; anda demasiado paquete. -Ese es un forastero que pasa, no más. Y todos los ojos, ávidos, escudriñadores, se apoderaban de su persona, calando, curiosos, con sus miradas agudas, al que llegaba, como para penetrar en el secreto de quién podía ser, de dónde...

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