A fuego lento: 34

A fuego lento de Emilio Bobadilla Capítulo IV Una de las cosas que más preocupaban al médico era cómo había de sacar sus muebles y sus libros de la casa, sin escándalo de Alicia. El miedo al ruido, a la acción violenta, llegó a ser en él una manía. -Otro en mi caso -pensaba- lo arreglaría todo en un periquete. Después de muchos proyectos, el de embarcarse para América entre otros, resolvió volver. No era él, en rigor, quien obraba y menos deliberadamente; era un impulso interior casi mecánico. Durante muchos días no se hablaron. Comían uno enfrente del otro como dos estatuas, dirigiéndose furtivas miradas de rencor. Entre plato y plato el médico se entretenía en acariciar a Mimí o en hacer bolitas con la miga del pan. Alicia tecleaba con los dedos sobre la mesa o miraba al techo. La sirvienta entraba y salía silenciosa y cabizbaja como una sirvienta de pantomima. En la casa flotaba una atmósfera de tristeza y abandono, semejante a la que se advierte en...

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