A fuego lento: 30

A fuego lento de Emilio Bobadilla Capítulo XVIII ¡Con qué malignidad femenina se comentó en la tertulia de la Presidenta el episodio del Bosque! Alicia se jactaba de haber abofeteado en público a la querida de su marido (eran sus palabras). -Si todas las mujeres fueran así -hablaba la Presidenta-, ya se tentarían los hombres la ropa antes de meterse a seductores. Mistress Campbell, que había vuelto del Cairo, sin decir agua va, condenaba con dureza la conducta del doctor. No transigía con el vicio, como ella llamaba al amor de las otras mujeres; pero eso no la impedía entregarse con las depravaciones de una troteuse del bulevar, al hombre que la gustaba. Nadie podía sospechar que, al través de aquella cara de una pudibundez botticellina, se escondiese un pensamiento tan corrompido. Al fin, por enredarse con alguien, se enredó clandestinamente con Marco Aurelio, Marcuos Aureliuos, como ella decía pronunciando a la inglesa. Pero de quien estaba enamorada era del...

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