A fuego lento: 24

A fuego lento de Emilio Bobadilla Capítulo XII Alicia se levantó aquella mañana más irritable que de costumbre. Empezó a trasladar los muebles, como solía, de un lugar a otro, dando gritos a la femme de chambre. Dormía poco y comía menos. Después de almorzar se echaba en el canapé, entre cojines, y allí permanecía adormilada una o dos horas. -¡Es usted más cerrada que una mula! -decía a la sirvienta, que no sabía dónde meterse-. ¿A quién se le ocurre poner el biombo en el pasillo? A ver, déme usted acá ese gueridon. ¡Y lárguese! No sirve usted más que de estorbo. ¡Bestia! -Y con una actividad de ardilla se ponía a revolverlo todo, tan pronto subiéndose en una silla como tendiéndose en el suelo para ver si había polvo bajo los muebles. No eran las seis de la mañana. Una luz borrosa que entraba por los cristales del balcón dejaba ver la silueta de la femme de ménage que barría la sala. -¡Pase usted la escoba por aquí! -la gritaba Alicia-. ¡Por...

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